La Pirámide de Mayo: símbolo fundacional de la patria en el corazón de Buenos Aires

En el centro mismo de la Plaza de Mayo, donde late la historia política y social de la Argentina, se alza un monumento discreto pero profundamente significativo: la Pirámide de Mayo. Muchos la ven al pasar, tal vez sin detenerse a pensar que se trata del monumento más antiguo de la Ciudad de Buenos Aires, y uno de los símbolos fundacionales de nuestra identidad nacional.

Un nacimiento vinculado a la Revolución

La Pirámide fue erigida en 1811, a solo un año de la Revolución de Mayo, como una manera de conmemorar el primer aniversario de aquel hecho decisivo que inició el camino hacia la independencia del dominio español. Su construcción fue ordenada por el Primer Triunvirato y realizada con materiales sencillos: ladrillo, argamasa y cal. La obra estuvo a cargo del maestro albañil Francisco Cañete, y fue terminada el 25 de mayo de ese año, en una ceremonia austera pero cargada de simbolismo.

Originalmente, la estructura tenía una forma más modesta que la actual. Era una pirámide de unos 13 metros de alto, pintada de blanco, sin esculturas ni ornamentos.

Transformaciones a lo largo del tiempo

Con el paso de los años, la Pirámide fue transformándose. En 1856, bajo el gobierno de Pastor Obligado, se decidió remodelarla completamente, dándole una apariencia más neoclásica. Fue entonces cuando se colocó en su cúspide la estatua que representa a la Libertad, realizada por el escultor francés Joseph Dubourdieu. La figura sostiene una lanza con un gorro frigio, tradicional símbolo de las repúblicas y las luchas por la emancipación.

También se agregaron en ese momento esculturas alegóricas en su base, que representaban la Industria, el Comercio, la Ciencia y las Artes. Sin embargo, estas fueron retiradas y trasladadas al Jardín Botánico en 1912, cuando se decidió mover la pirámide unos metros para colocarla en el eje central de la plaza, frente a la Casa Rosada.

Un testigo de la historia argentina

La Pirámide de Mayo ha sido testigo silenciosa de innumerables episodios trascendentales: desde los actos patrióticos del siglo XIX hasta las masivas manifestaciones del siglo XX.

En sus más de 200 años de existencia, fue varias veces restaurada, y también envuelta en debates sobre su posible reemplazo o conservación. Sin embargo, siempre sobrevivió, y hoy es reconocida como un monumento histórico nacional.

Un símbolo que aún interpela

Más allá de su tamaño o su simplicidad estética, la Pirámide de Mayo representa el germen de una nación que aún se piensa, se revisa y se construye día a día. Es, en cierto modo, el kilómetro cero de nuestra historia cívica, y uno de esos lugares donde el pasado y el presente se encuentran sin necesidad de palabras.

La próxima vez que pases por la Plaza de Mayo, te invito a mirarla con nuevos ojos. No es solo un adorno urbano: es una piedra fundamental de nuestra memoria colectiva.




 

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